29 noviembre 2011

PRÓLOGO de una biografía


El porqué de este escrito, no es más que el anhelo que surge en mitad del camino por realizar tres de las paradójicas necesidades que la vida nos descubre.

Bien dicen que las personas no nos sentimos satisfechas cuando una de estas tres oportunidades está incompleta. Plantar un árbol, tener un hijo o escribir un libro, es el comienzo de una perspectiva de posteriores triunfos personales.

Mi árbol fue un castaño, en el colegio, si mal no recuerdo; mis hijos, el sentido de todo; y mi libro, estos humildes textos de lápiz (a ordenador), sin marca, que tatúa un sinfín de sueños, muchos de ellos imposibles de conseguir, pero con las alas para mantenerse flotando en mi cabeza, que ayudan con su peculiar fuerza, a hacer más sencillos los quehaceres cotidianos que se presentan cada día, y que tantas veces nos empujan a olvidarnos de quiénes somos y qué o a quien buscamos para ser felices.

La proyección de un sueño es un viaje en paralelo a la realidad.

Cuando pisamos tierra, disminuyen los colores, se opacan las visiones que no vemos más allá que lo que los ojos captan, y de una forma y otra, el olor cambia y tapona nuestras fosas nasales.

Mi agotamiento por sentir vacío sin poder hacer lo que más me gusta acaba con estas frases. Mi espina se desclava desde ahora, para cubrir ese pequeño hueco con vitaminas que me regalen unos pequeños niños, que iluminan aún con nubes.

El afán no se olvida de nadie , pero si el culpable como me califico yo, deja de lado sus aptitudes o entretenimientos, no más que uno mismo debe volverse a encontrar.

Aquí escribo, que vuelvo a escribir.

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