
No sé exactamente cuándo me di cuenta de que me sentía inspirada; simplemente aproveché al máximo un momento, uno de esos instantes, que posteriormente reconocería mi imaginación en estado puro, y que me brindarían unas ganas locas de enfrentarme a ella.
Quizá uno reconoce que no puede dejar escapar imágenes, frases, brochazos, y demás ideas de sobresaturación, y por eso se involucra al máximo en intentar percibir la sensación, para volcarla a los demás.
Mirando hacia atrás (según me sopla el calendario, fue hace unos cuantos años), mis inspiraciones venían marcadas a través de la escritura.
Me sentaba en un lugar cómodo, a veces con música relajante (sin manipulación de sonidos ajenos estridentes o televisivos por detrás), y daba rienda suelta a un juego en el que la frase mejor "montada", era la que podía empezar un texto o finalizarlo.
Siempre, en todas esas redacciones, mi satisfacción era máxima, pues sabía que lo que estaba haciendo, era dar lo mejor de mí y eso, auqnue los demás no lo entendieran, no me importaba demasiado.
Hoy en día, después de haber probado bocado de ciertos sabores artísticos, puedo reconocer la amplitud de transformaciones y homogeneidad de la que puedo disponer para desarrollar esa inspiración.
Me doy cuenta, en muchas ocasiones, que el tener apetencia de algo, puede ayudar a afrontar la madurez con la que poco a poco se satisface nuestra persnalidad y carácter. Ser así, por haber volcado en diferentes soportes artísticos, todas esas ideas que vagabundean por nuestra mente.
Todos disponemos de este fantástico recurso y no hay límite de tiempo que le diga HASTA AQUÍ a esa, nuestra inspiración.
Nunca llega tarde, ni tampoco demasiado temprano, solamente tenemos que estar atentos para no dejarla escapar.
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